26.12.09

Nuestro carácter está determinado más aún por la ausencia de ciertas experiencias que por lo que hemos vivido.


Friedrich Nietzsche, Humano, Demasiado Humano.

24.12.09

Se olvida la arrogancia cuando se está entre personas de mérito; estar solo hace orgulloso. Los jóvenes son arrogantes, pues frecuentan a sus semejantes, todos los cuales, no siendo nada, quieren pasar por mucho.


Friedrich Nietzsche, Humano, Demasiado Humano.

¿Habrá algun hombre o mujer que no se sientan heridos mortalmente si supieran lo que sus más fieles amigos y familiares piensan de ellos en el fondo?


Friedrich Nietzsche, Humano, Demasiado Humano.

22.12.09

No puedo decidirme a quedarme tan desnudo y tan solo en medio de la vida; también yo soy un pobre perro flaco, que necesita un poco de calor y de alimento y quisiera sentirse de cuando en cuando entre sus semejantes. Aquél que verdaderamente no quiere más que su destino no tiene ya semejantes y se alza solitario sobre la Tierra, teniendo sólo en torno suyo los helados espacios infinitos, sin modelos ni ideales, sin amores ni consuelos.


Hermann Hesse, Demian.

21.12.09

¡Oh santa simplicidad! ¡Dentro de qué simplificación y falseamiento tan extraños vive el hombre! ¡Imposible resulta dejar de maravillarse una vez que hemos acomodado nuestros ojos para ver tal prodigio! ¡Cómo hemos vuelto luminoso y libre y fácil y simple todo lo que nos rodea!, ¡cómo hemos sabido dar a nuestros sentidos un pase libre para todo lo superficial, y a nuestro pensar un divino deseo de saltos y paralogismos traviesos!, - ¡cómo hemos sabido desde el principio mantener nuestra ignorancia, a fin de disfrutar una libertad, una despreocupación, una imprevisión, una intrepidez, una jovialidad apenas comprensibles de la vida, a fin de disfrutar la vida! A la ciencia, hasta ahora, le ha sido lícito levantarse únicamente sobre este fundamento de ignorancia, ahora ya firme y granítico, a la voluntad de saber sólo le ha sido lícito levantarse sobre el fundamento de una voluntad mucho más fuerte, ¡la voluntad de no-saber, de incertidumbre, de no-verdad! No como su antítesis, sino - ¡como su refinamiento! Aunque el lenguaje, aquí como en otras partes, sea incapaz de ir más allá de su propia torpeza y continúe hablando de antítesis allí donde únicamente existen grados y una compleja sutileza de gradaciones; aunque, igualmente, la inveterada tartufería de la moral, que ahora forma parte, de modo insuperable, de nuestra “carne y sangre”, distorsione las palabras en la boca de nosotros mismos los que sabemos: sin embargo, acá y allá nos damos cuenta y nos reímos del hecho de que la mejor ciencia sea precisamente la que más quiere retenernos dentro de este mundo simplificado, completamente artificial, debidamente fingido, debidamente falseado, porque ella ama, queriéndolo sin quererlo, el error, porque ella, la viviente, - ¡ama la vida!


Friedrich Nietzsche, Más Allá Del Bien Y Del Mal.

20.12.09

¿Qué ha sido del jinete y su caballo? ¿Qué del cuerno y su reclamo? Han pasado como lluvia en las montañas, como viento en la pradera. Los días se apagan en el oeste, tras las colinas, sumidos en la sombra. ¿Cómo hemos llegado a esto?


Rey Theoden, El Señor De Los Anillos (J. R. R. Tolkien).

19.12.09

Fuera quedaba la "realidad", fuera había calles y casas, hombres e instituciones, bibliotecas y aulas... Aquí dentro había, en cambio, alma y amor; aquí dentro reinaban la fábula y el sueño. Sin embargo, no vivíamos en modo alguno aislados del Mundo; en nuestras conversaciones y nuestros pensamientos vivíamos a menudo en medio de él, aunque en un distinto campo; no estábamos separados de la mayoría de la gente por frontera ninguna, sino por una visión distinta. Nuestra labor era constituir en el Mundo una isla, quizá un ejemplo y, cuando menos, el anuncio de una distinta posibilidad. Por tanto tiempo antes solitario, conocí ahora aquella comunidad que se hace posible entre personas que han gustado la más absoluta soledad. Nunca más deseé tener un puesto en la mesa de los hombres felices, nunca más añoré las fiestas de los alegres, nunca más sentí envidia o nostalgia al ver las comunidades de los demás. Poco a poco fui siendo iniciado en el secreto de aquellos que llevaban "la señal".
Para el Mundo, nosotros, los marcados con ella, habíamos de pasar por personas extrañas, o incluso locos y hasta peligrosos. Eramos personas que habíamos despertado o despertábamos, y nuestra aspiración era llegar a una vigilia aún más perfecta, mientras que la aspiración y la felicidad de los demás estribaba en ligar cada vez más estrechamente sus opiniones, sus ideales y sus deberes, su vida y su fortuna, a los del rebaño. También aquí había un impulso, había fuerza y grandeza. Pero en tanto que nosotros, los marcados, representábamos la voluntad de la Naturaleza hacia lo individual y lo futuro, los demás vivían en una voluntad de permanencia.


Hermann Hesse, Demian.

18.12.09

En los años jóvenes veneramos y despreciamos careciendo aún de aquel arte del matiz que constituye el mejor beneficio de la vida, y, como es justo, tenemos que expiar duramente el haber asaltado de ese modo con un sí y un no a personas y a cosas. Todo está dispuesto para que el peor de todos los gustos, el gusto de lo incondicional, quede cruelmente burlado y profanado, hasta que uno aprende a poner algo de arte en sus sentimientos y, mejor aún, a atreverse a ensayar lo artificial: como hacen los verdaderos artistas de la vida. La cólera y la veneración, que son propias de la juventud, parecen no reposar hasta haber falseado tan a fondo las personas y las cosas que le resulte posible desahogarse en ellas: - la juventud es ya de por sí una cosa inclinada a falsear y a engañar. Más tarde, cuando el alma joven, torturada por puras desilusiones, se vuelve por fin contra sí misma con suspicacia, siendo todavía ardiente y salvaje incluso en su suspicacia y en sus remordimientos de conciencia: ¡cómo se enoja consigo misma, cómo se despedaza impacientemente a sí misma, cómo toma venganza de su prolongada auto-obsecación, cual si ésta hubiera sido una ceguera voluntaria! En este período de transición nos castigamos a nosotros mismos por desconfianza contra nuestro propio sentimiento; sometemos nuestro entusiasmo al tormento de la duda, más aún, sentimos la buena conciencia como un peligro, como autodisimulo y fatiga de la honestidad más sutil, por así decirlo; y, sobre todo, tomamos partido, por principio, contra "la juventud". - Un decenio más tarde: y comprendemos que también todo eso - ¡continuaba siendo juventud!


Friedrich Nietzsche, Más Allá Del Bien Y Del Mal.